Espero
tu llamada,
entre
el aferrarse al calor del último de nuestros abrazos
y el
desaliño al que me somete las latentes
obsesiones.
Espero
tu llamada,
pero
recuerdo “que el amor que tu me das”
es rama
no tronco,
es
madurez destilada después
o
quizás al borde de una herida lacerante
que mi
estar en ti no logra alejar.
Espero
tu llamada,
cambiando
una y otra vez
de
emisoras de radios en busca
de
melodías que me
entreguen
aliento para consumirme
un domingo más del lento tempore del inverno.